sábado, 18 de abril de 2015

Love me like you do: chapter II

Dicen que es casi imposible encontrar al amor de tu vida, unos tardan una eternidad, otros tienen la fortuna de encontrarlo pronto y otros ni siquiera lo encuentran, pero una vez que lo encuentras cuando por primera vez está delante de ti, se acciona un interruptor en tu interior y ya no hay marcha atrás.
 
Desde que entró ese día en mi despacho, con su cuaderno, la camisa remangada, el flequillo cayéndole en la frente.... se encendió la luz dentro de mí y todas y cada una de mis células se conectaron, como las luces de un árbol de navidad... estaba aquí, por fin, yo lo sabía y mi alma también.
 
Al poco tiempo de incorporarme sufrí una operación y me tuvieron que dar de nuevo la baja, yo no estaba a gusto en el trabajo, me habían cambiado de jefe y sabía que tenía los días contados y desde que me incorporé iba todos los días a la oficina con la certeza de que ese sería el último.
 
Hasta que un viernes, como no, el director de rrrhh me llamó a su despacho, ya está pensé, ha llegado el día, y muy tranquila me senté en una silla esperando la noticia.
Me lo tuvo que repetir dos veces porque al esperar oír algo totalmente distinto no conseguía entender lo que me estaba diciendo y de repente me bajé de mi mundo y le escuché: desde el lunes cambias de departamento. 
 
Y automáticamente me vino a la cabeza esa imagen, él con su libreta entrando en mi despacho, los pocos minutos  y las pocas palabras que intercambiamos pero todo lo que me hizo sentir... y sonreí, le di las gracias de verdad agradecida, y salí de ahí por primera vez súper feliz.
 
El lunes quedamos a desayunar antes de empezar a trabajar, para conocernos un poco mejor, y desde el minuto uno tuve la sensación de que le conocía de toda la vida, los dos sentados en una mesa del fondo, yo de frente a todo el mundo y él de espaldas al personal.... yo con mi vestido color mostaza y él vestido de traje impecable como siempre.
 
Con cada palabra y con cada segundo mi alma sonreía cada vez más, me daba igual lo que me dijera, estaba feliz a su lado, apenas nos conocíamos pero desde ese instante supe que jamás podría separarme de él.
 
Y así empezó el primero de dos años intensos de trabajar juntos los dos solos en el mismo departamento, dos años increíbles, irrepetibles, en los que yo preparaba la ropa nerviosa la noche anterior para asegurarme de que iba a ir guapísima para él, me dormía contenta pensando en nuestro día y me levantaba feliz.
 
Dos años en los que salía del parking nerviosa, cruzaba a la pastelería de enfrente y compraba dos croisants para desayunar y con mi sonrisa en la cara, salía andando rápido para llegar a la oficina y volverle a ver.
 
Sabía antes de entrar en el despacho si había llegado ya o no, si no había llegado me sentaba corriendo en mi sitio, encendía el ordenador para disimular y esperaba nerviosa a oír sus pasos por el pasillo, dando los buenos días medio cantando y entrando luego con su sonrisa... en ese momento mi estómago se llenaba de mariposas y haciéndome la dura le reclamaba mi beso de buenos días.
 
Si había llegado ya lo sabía nada más entrar en la oficina, podía oler perfectamente su colonia, entonces me dirigía corriendo al despacho, esquivando a la persona de recepción para no perder ni un segundo de verle hablando con otros, cogía aire y abría la puerta con mi mejor sonrisa y ahí estaba, sentado delante de su ordenador, inclinado, con las mangas de camisa remangadas y su preciosa sonrisa... y yo me dirigía hacia él con la bolsa con los croisants para darle un beso de buenos días, con el corazón a mil y millones de mariposas bailando sin parar.
 
No se podía ser más feliz, de 8 a 16 era la persona más feliz del mundo, trabajaba con el amor de mi vida en algo totalmente nuevo para mí que resultó ser la profesión que siempre había estado buscando perdida y que hasta ese momento no había logrado encontrar.
 
Todo lo que sé de mi profesión me lo enseñó él, desde el primer momento, me protegió, me enseñó e involucró en todos y cada uno de los proyectos del departamento, dio la cara por mí ante todas esas personas envidiosas que siempre las hay, que no apostaban por mi y que querían hundirme desde el momento en que supieron de mi nombramiento.
 
Jamás me he sentido más protegida, querida y segura por nadie, peleaba conmigo y peleaba por mí y día a día me di cuenta de que a pesar de haber luchado contra mis sentimientos, ya no había remedio, me había enamorado de él, mi alma lo supo desde el momento en que le conocí: jamás habría sentido nada así, había tardado mucho en encontrarle y pasara lo que pasara nada ni nadie me iba a separar de él.
 
 
 

 






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